Día 13 - Apateando la ciudad
De ahí que viniera tan bien dejar todo el día libre hasta las cuatro de la tarde. Ese día unos lo aprovecharon viendo con emoción inenarrable, y como en las nubes, los Museos Vaticanos y la Sixtina. Otros pasearon por las calles de Roma en busca de algún santuario especial para ellos. Otras aprovecharon para hacer sus penúltimas compras, tan eternas como la Ciudad en la que estaban. Muchos pasearon simplemente por las calles e iglesias de la ciudad que nos conquistó a todos el corazón para siempre.
Para poner la guinda, el Rosario en Santa María la Mayor, entre devoción y cabezaditas, y la ruta mariana que nos llevó, por el Quirinal y la Fontana de Trevi, hasta la columna de la Inmaculada –sin duda la más fotografiada de la peregrinación-. Pese a estar un poco deshilachada y al final un tanto deshilvanada, la ruta fue un bonito cierre para poner todo lo que habíamos vivido a lo largo de estos días en manos de Nuestra Madre, sin duda inspirados por el Totus Tuus de Juan Pablo II.
Lo de ir a cenar junto a la basílica de Santa María del Trastevere era más excusa para cenar en los barrios ‘golfos’ de Roma que devoción a la Virgen, pero bueno, no quedaba mal. Una noche sin duda inolvidable, que se cerró, antes de la adoración en la casa, con la increíble historia del (y en el) taxi de Judith.